domingo, 3 de abril de 2011

El lamento en las zarzuelas de Sebastián Durón (I)


En el anterior post se habló de cómo Juan José Carreras supone que el Grave final de las cantadas en España a comienzos del siglo XVIII deriva del lamento teatral. Esta hipótesis no está acompañada de ejemplos concretos. En general, apenas se ha estudiado la música teatral española de finales del XVII y principios del XVIII, con la única excepción de los estudios de Louis K. Stein, y éstos están centrados casi exclusivamente en las figuras de Calderón-Hidalgo. En este post voy a tratar de los lamentos-invocación que hay en Coronis, zarzuela totalmente cantada de Sebastián Durón.

Un lamento-invocación es, por un lado, una invocación (a los dioses, a los elementos de la naturaleza, al universo – cielo y tierra -, etc.) y, por otro lado, es un lamento que busca conmover simpatéticamente a las entidades que invoca. Louise K. Stein en Songs of mortals, dialogues of Gods ya identificó la estructura musical de estos lamentos-invocación en la música de Juan Hidalgo. Como los personajes que cantan estos lamentos buscan conmover simpatéticamente al cosmos a través de la armonía de su canto, los medios para conseguirlo son un ritmo ternario (proporción menor), ya que el ternario se consideraba un tiempo “perfecto”, y una armonía basada en una cascada de quintas, en cuanto la quinta se consideraba un intervalo “perfecto”. Mediante un círculo de quintas, además, se recorría diversos modos, no dejaba “fibra” sin tocar. A través del ritmo y armonía perfectos, el personaje simpatiza con el universo y consigue conmoverlo, sintonizarlo con su lamento.

En Coronis encontramos dos lamentos-invocación, en forma de arias da capo, uno cantado en la primera jornada y otro cantado en la segunda jornada. El primero (“Dioses piedad, cielos favor”) lo canta Coronis tras ser amenazada por el monstruo Tritón, que ha sido enviado por Neptuno para secuestrar a la ninfa. Al creer que va a morir, canta su lamento dirigido a los “dioses” y a los “cielos” a fin de que se conmuevan de ella y la salven. Se trata de un lamento muy intenso y que resultará sumamente eficaz, ya que logrará ablandar primero al monstruo Tritón, que desistirá de su violencia, y finalmente hará que el “Cielo” castigue a Tritón, que morirá en la segunda jornada atravesado por las flechas de Apolo. Como lamento, el aria de Coronis está plagada de cromatismos muy audaces (audaces incluso para Durón) y de retardos que provocan continuas disonancias. Y como invocación, está escrita en proporción menor y sigue un plan armónico basado en los círculos de quintas, como puede apreciarse:

El segundo lamento lo canta Tritón. Se trata de un aria da capo para dos flautas, que han de ser traveseras (ya que bajan hasta un Mi), siendo el primer ejemplo que conozco de un aria con flautas traveseras en el teatro hispánico. Tritón canta este lamento-invocación justo antes de morir. Tritón es el personaje más original de la zarzuela Coronis, ya que consiste en una intersección de los papeles tradicionales de Galán y de Monstruo. Es habitual en las zarzuelas mitológicas que haya uno o dos galanes (normalmente un príncipe y/o un pastor). También es habitual que haya un Monstruo que provoque que los habitantes de la región acudan a los dioses para que les liberen de él. En Coronis Tritón es a la vez Monstruo fiero y Galán enamorado. De hecho, en esta zarzuela no hay propiamente un Galán y el único personaje que se acerca a este papel es el Monstruo. Tritón protagoniza tanto escenas de galanteo como escenas violentas y amenazantes. Tras declararle su amor a Coronis, amenaza con matarla en la primera jornada, ocasión que provoca el lamento-invocación de la ninfa, como hemos visto. Y en la segunda jornada, tras salvar la vida a Coronis como galán, vuelve a amenazarla por segunda vez, siendo herido mortalmente entonces por Apolo. El comportamiento amoroso de Tritón humaniza, en cierto modo, al monstruo. Él mismo es consciente de este cambio y llega a decir a la ninfa: “Atiende a mis ansias, / escucha mis ruegos, / verás si de fiera / humana parezco”. Sin embargo, su comportamiento galante no llega a eliminar del todo su naturaleza monstruosa, como hemos visto.

Esta intersección de Galán y Monstruo queda muy bien reflejada en el lamento-invocación. Por un lado, como Galán, Tritón canta su lamento pretendiendo conmover al universo. Un Galán como él, que incluso ha llegado a salvar la vida a su amada, merece la piedad y empatía de los “cielos”, de los “prados y flores”. Durón emplea los recursos típicos del lamento (principalmente retardos) y de la invocación (proporción menor y círculo de quintas), como puede apreciarse en el siguiente fragmento:

Sin embargo, se trata de un lamento muchísimo menos intenso que el de Coronis, menos conmovedor, principalmente debido a que no hay cromatismo. Se trata, en realidad, de un lamento de un ser que no posee alma (en un lugar de la zarzuela, Tritón dice a Coronis: “A dónde, fugitivo / imán de mis deseos, / me llevas toda el alma / que sabes que no tengo”), que no llega a humanizarse plenamente a pesar de asumir el papel de Galán. Por tanto, se trata de una invocación mucho menos efectiva que la de Coronis: a ésta Apolo la llega a salvar, mientras que Tritón muere definitivamente y todo el mundo lo celebra.

El lamento de Tritón puede escucharse (en formato MIDI) aquí.

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